El Mayor Payne, amigo de la casa, tradujo un excelente artículo de Jeffrey Tucker sobre la pobreza en Haití, a partir de un episodio de Sin Reservas, el programa de Anthony Bourdain. Aca subo parte del texto porque me parece brillante, así que vayan y léanlo todo en el Opinador.
En el Travel Channel, un episodio de Sin Reservas, un programa de cocina narrado por Anthony Bourdain, llevó a la audiencia a Puerto Príncipe, Haití. Había oído que el programa ofrecía un punto de vista único sobre el país y sus problemas. No me pude imaginar qué tanto. Pero resultó ser cierto. Mirando a través de la lente de la comida, podemos tener una perspectiva de la cultura, y de la cultura a la economía, y de la economía a la política y finalmente a lo que está mal en este país y qué se puede hacer al respecto.
A través de esta lente de microscopio, ganamos una comprensión mayor que la que tendríamos si el programa estuviera enteramente enfocado en asuntos económicos. Tal episodio sobre economía habría presentado entrevistas aburridas con funcionarios del Tesoro y expertos del FMI y mucha charla sobre balanzas comerciales y otros agregados macroeconómicos que pierden de vista el punto por completo.
En cambio, enfocándonos en la comida y la cocina, podemos ver qué es lo que mueve la vida diaria de las multitudes haitianas. Y lo que encontramos es sorprendente en muchas maneras.
En una escena al comienzo del programa ambientada en esta gigantesca ciudad luego del terremoto, Bourdain y su equipo se detienen para comer algo de comida local en un puesto. Él habla sobre sus ingredientes y prueba algunos productos. Se empiezan a juntar masas de personas hambrientas. Hacen algo más que mirar embobados a las cámaras. Están esperando con la esperanza de conseguir algo para comer.
Bourdain piensa una forma de hacer algo bueno para todos. Percatándose de que en esta vuelta está comiendo una cantidad de comida que a la mayoría de los haitianos les alcanzaría para tres días, compra el resto de la comida al puestero y la distribuye entre los locales.
¡Qué buen gesto! Sólo que algo sale mal. Una vez que se corre la voz sobre la comida gratis (los rumores en Haití viajan más rápido que el chat de Facebook), las personas empiezan a llegar. Se forman colas que se alargan. Sobreviene el caos. Algunas personas dan un paso al frente para mantener el orden. Traen cinturones y empiezan a golpear. Toda la escena se vuelve algo desagradable de ver, y el televidente tiene la sensación de que es peor que lo que se nos muestra.
Aquí está la escena.
Bourdain saca correctamente la lección de que las soluciones al problema de la pobreza aquí son más complejas que lo que parece ser a primera vista. Las buenas intenciones terminan mal. Estaban pensando con sus corazones en vez de con sus cabezas, y terminaron causando más sufrimiento que el que había allí en un principio. A partir de este evento, empieza a aproximarse a los problemas con un poco más de sofisticación. [...]
El artículo completo, en el Opinador
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